Cerramos 2024 con más incertidumbre por motivos geopolíticos que por motivos económicos, manteniéndose vigente la búsqueda por parte de la mayoría de los países de un «aterrizaje suave» para sus economías, tras haberse conseguido ya una importante reducción en la presión de los precios y con la mayoría de las tasas de inflación muy cerca del objetivo del 2%.
En este contexto, y de cara a 2025, no podemos descartar la aparición de nuevos factores que generen incertidumbre y volatilidad en los mercados, aunque España destaca por su resiliencia, manteniendo una tasa de crecimiento por encima del 3% gracias a la positiva evolución del consumo interno, la balanza de servicios y la aportación del sector exterior.
Para el nuevo año, se espera que la tendencia de nuestra economía se mantenga, al menos en los primeros tres trimestres, favoreciendo el consumo y las ventas minoristas, debido al ahorro de las familias, los bajos niveles de endeudamiento, la tendencia positiva del empleo y la evolución a la baja de los tipos de interés. Además, la estabilidad de los fletes y la normalización de los precios del petróleo, la energía y otras materias primas deberían repercutir en el precio final de los bienes y servicios, animando así el consumo.Francia e Italia se alían en el desarrollo de
minirreactores nucleares mientras España cierra Almaraz
Pero no todo será positivo en 2025. La inercia inicial podría ralentizarse debido a factores externos como la debilidad de la zona euro y las principales potencias económicas, el impacto de la nueva política arancelaria de Estados Unidos o la desaceleración esperada en la demanda externa. Internamente, podríamos vernos afectados por la inestabilidad gubernamental, la incertidumbre fiscal o la dificultad de acceso a los Fondos Next Generation, generando desconfianza entre los consumidores y una mayor tendencia al ahorro.
Y más allá del entorno macroeconómico, aspectos como la tecnología, el consumo sostenible, la regulación ambiental, la cadena de suministro y la ciberseguridad, son clave en la agenda de las empresas de consumo y distribución.
Teniendo en cuenta la confianza del consumidor en recuperación y el constante cambio en sus preferencias, las compañías deben adaptarse a las nuevas tecnologías y crear productos y contenidos personalizados para diferenciarse, generar vinculación con la marca y fidelizar al cliente. En este sentido, las inversiones en Inteligencia Artificial Generativa (IAG) son esenciales para mejorar la experiencia de compra y la diferenciación, además de mejorar los procesos internos clave como la logística y la planificación de inventarios. También es clave la transformación de los puntos de venta con el Internet de las Cosas (IoT), como las smart shelfs, la tecnología RFID o el scan and go, así como la esperada gran evolución en la realidad virtual y aumentada, con probadores virtuales, showrooms holográficos y gamificación, aunque aún en fase inicial y requiriendo importantes inversiones.
En cuanto al ámbito de la sostenibilidad, el sector está experimentando una transformación significativa impulsada por el cambio en el comportamiento de los consumidores y por un marco regulatorio cada vez más exigente. En alimentación y bebidas, la demanda de productos con «etiquetas limpias» ha aumentado, mientras que, en la moda, los clientes buscan productos sostenibles y trazables. Por otro lado, nuevas regulaciones sobre envases, deforestación o sostenibilidad aceleran esta transformación, suponiendo importantes retos para las compañías en términos de procesos, tecnología y gestión de riesgos. El sector, además, enfrenta desafíos como la descarbonización, la trazabilidad de las cadenas de suministro o el diseño para la circularidad, y una respuesta insuficiente o tardía a estos retos puede conllevar riesgos en la cadena de suministro, pérdida de competitividad y efectos financieros negativos.
Además, cabe destacar que en 2025 se espera una intensa actividad en materia de obligaciones derivadas de regulación ambiental para el sector. Tanto a nivel europeo como español, entrarán en vigor nuevas obligaciones derivadas de la normativa aprobada en 2024, como la financiación de la gestión de envases comerciales e industriales, nuevo etiquetado de productos, recogidas separadas de residuos de textil, calzado y muebles; así como nuevas normas relacionadas con la gestión de los residuos, el ecodiseño o el pasaporte digital de productos, entre otras.
En cuanto a la cadena de suministro, en España ha experimentado transformaciones significativas impulsadas por la digitalización, la sostenibilidad y los cambios en los hábitos de consumo. Las crisis globales recientes han añadido prioridades como la resiliencia y la agilidad y, en 2025, las empresas se enfrentan a un doble reto: adoptar tecnologías emergentes y actualizar herramientas tradicionales para una logística ágil, destacando la digitalización como un eje clave en esta transformación. Además, la localización de la producción gana relevancia para reducir la dependencia de proveedores lejanos.
Por último, el auge del comercio electrónico hace que operar en un entorno seguro sea primordial para el consumidor y la reputación de las empresas, y por ello las empresas deben redoblar sus esfuerzos para reforzar su ciberseguridad, compatible con una adecuada experiencia de compra y diseñada desde la visión de la omnicanalidad.
Estas tendencias están transformando el sector retail y consumo en España, y las empresas seguirán adaptándose en 2025 para mantenerse competitivas en un mercado que exige mayor agilidad, diferenciación, sostenibilidad y eficiencia.